jueves, 11 de enero de 2007

Los Poemas de Amor del Sexto Dalai Lama del Tibet

…a nosotros, los poetas, corresponde
estar con la cabeza desnuda
bajo las tormentas de Dios.
Hölderling


Al imaginar los poemas de un Dalai Lama lo primero que viene a la mente del lector es un posible encuentro con un nuevo capítulo de la poesía mística de oriente y occidente. Vienen a la mente poetas como Sor Juana Inés de la Cruz o Yalal ud-Din Rumi, que en sus obras han realizado una de las tareas más difíciles a la que se puede enfrentar un poeta: nombrar o invocar lo inefable.

Pero al reparar en el título, ya nos damos cuenta de que el terreno por el que transitaremos será otro: el Sexto Dalai Lama nos hablará de amor y de erotismo, esa aparición del deseo, por la que el poeta se entregará a la fragilidad y vulnerabilidad de sí mismo.


Es así como parte de la crítica a este cuerpo poético se ha centrado en la pregunta sobre si es o no propio de un Dalai Lama aventurarse en estos temas. Cuestionamiento justo, tal vez para el místico, pero no para el poeta.


En su obra el Sexto Dalai Lama comienza nombrando a la amada. Podemos ver como en la brevedad y el dramatismo contenido que cruza la totalidad de los poemas, al hablar de amor y de la visión del cuerpo amado, el poeta no hace otra cosa que “nombrar lo divino extrañado en el seno de lo real, sensible e inmediato”[1].


Y es precisamente al hablarnos de amor y de erotismo donde el camino del poeta se cruza con la senda del místico, ya que lo que hace no es otra cosa que nombrar la tensión existente entre la materia -el cuerpo por excelencia- y lo numinoso.

Me presenté ante el lama poderoso / solicitándole una profecía / Quería creer pero no podía/ la mente escapaba hacia mi amor, nos dice el Sexto Dala Lama. Y nos encontramos con que al nombrar su amor no nombra otra cosa que una de las piedras fundacionales de su doctrina: el deseo como origen del sufrimiento.

Vislumbramos así el camino del poeta que menciona Heidegger: “el pensador dice el ser, mientras el poeta se encarga de nombrar lo sagrado” [2]. Al enfrentarnos a los poemas del Sexto Dalai Lama nos encontramos de esta manera, con un texto en el que toda la profundidad de las Cuatro Nobles Verdades del budismo aparece rotunda ante el al lector en la brevedad y precisión de la palabra poética.

Y tal vez esta palabra poética no haga otra cosa que indicarnos por contraste y por esa especie de añoranza que la cruza de principio a fin, el camino hacia el silencio donde “la atracción, el amor, el deseo no son sino el agua agitada en los causes de la vida.”[3]


Seguimos recorriendo las páginas de este breve corpus y la línea de separación pierde sustancia. Por un instante el poeta y el místico es el Sexto Dalai Lama y a la vez el propio lector que por resonancia se enfrenta a su particular samsara o en palabras de Hölderling, a sus propias tormentas en la búsqueda del silencio, del vació final o de Dios.

[1] A.Blanch, Hölderling, excepcional poeta de lo sagrado, Estética y Religión. Er, Revista de Filosofía, Barcelona 1998, pp 188.
[2] A.Blanch, op. cit., pp. 184
[3] C. Maillard, La doble función de la palabra en la tradición India, Estética y Religión. Er, Revista de Filosofía, Barcelona 1998, pp 209.

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